¿Es la fotografía realmente una industria?

por Eli Samuel Santa | Elysanta Photography

En las conversaciones entre fotógrafos siempre aparece un mismo tema: el precio.

A menudo escucho comentarios como:

“Ese fotógrafo está cobrando muy barato y está afectando la industria”.

O incluso:

“No quiero cobrar muy barato porque puedo afectar la industria”.

La idea detrás de estas frases es que los precios bajos de un colega pueden afectar el mercado y, en consecuencia, limitar lo que otros pueden cobrar. Pero ¿es eso realmente cierto?

Lo que es una industria

En un sentido formal, sí existe una industria fotográfica.

Como en el cine o la música, hablamos de un ecosistema que incluye fabricantes de cámaras, laboratorios, software, escuelas, ferias, revistas y, por supuesto, fotógrafos. Ese conjunto mueve dinero, crea empleos y genera innovación.

En ese nivel macro, es correcto hablar de la industria de la fotografía.

Pero en el micro, cada fotógrafo es un universo

Cuando bajamos al terreno de lo individual, la historia cambia.

Un fotógrafo no es una línea de producción que genera lo mismo que otro. Lo que un cliente busca no es únicamente una foto, sino el estilo, la visión y la confianza de que su proyecto quedará en buenas manos.

Por eso, mientras algunos clientes se orientan a precios bajos para resolver una necesidad puntual, otros eligen invertir más porque valoran la seguridad, la estrategia y el nivel de detalle que perciben como decisivo para su inversión.

Incluso existe otra percepción frecuente: la sorpresa cuando un fotógrafo cobra más de lo que la gente cree que “se debería cobrar”. Esa reacción parte de la misma lógica de que existe un tope, un número fijo que nadie debería sobrepasar.

El valor no se contagia ni se daña

El precio de un colega no define el tuyo.

El valor de tu trabajo no depende de lo que otro facture, sino de la coherencia entre lo que prometes y lo que entregas.

Aquí es donde la comparación con el arte se vuelve útil. Como escribió John Berger en Ways of Seeing: “La forma en que miramos las cosas está influenciada por lo que sabemos o lo que creemos”. El valor de una obra no surge de un estándar fijo, sino de la percepción y de la manera en que se reconoce dentro de su contexto. Un cuadro puede costar unos cientos de dólares o alcanzar un valor incalculable porque conecta con algo más profundo en el mercado y en la cultura.

La fotografía, en esencia, se parece más a eso que a un producto de fábrica. Si en el arte no existe un verdadero tope, tampoco lo hay en la fotografía. Cada fotógrafo construye un espacio propio de valor. Y ese espacio puede crecer hasta donde la visión, la confianza y la relevancia de su trabajo lo lleven.

Pregunta:

¿De verdad un colega que cobra menos afecta tu valor?

¿O será que, como en el arte, cada uno de nosotros se mueve en un universo propio, donde el potencial puede llegar tan lejos como la historia que contamos con nuestras imágenes?

Me encantaría leer tu perspectiva: ¿Crees que existe realmente un “tope” en la fotografía, o que cada fotógrafo tiene un mercado único? Déjalo en los comentarios o compártelo en tus redes etiquetándome.

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