Tu talento es solo el comienzo: lo que nadie te dice sobre crecer como creativo

Hace poco tuve una conversación con un discípulo y amigo que me hizo regresar en el tiempo. Me preguntó si valía la pena seguir luchando por sacar buenas notas o incluso estudiar, cuando ya sabía lo que quería hacer con su vida y, para colmo, ya lo estaba haciendo con buenos resultados. Su inquietud era genuina: “¿Para qué validar con papeles lo que ya puedo ejecutar con resultados?”


Me vi en su espejo. Años atrás, yo también pensaba igual. Había aprendido diseño gráfico por mi cuenta, ayudado por amigos y por pura necesidad creativa. Sabía usar Photoshop, podía hacer un logo, posters, tarjetas de presentación. Ya había trabajado en múltiples proyectos reales. Entonces, cuando comencé a estudiar en la Interamericana, intenté que me convalidaran esas clases. Me reuní con la directora de comunicaciones, la Sra. Vizcarrondo, para mostrarle mi portfolio. Ella lo valoró, pero me dijo algo que se me quedó: que no perdiera la oportunidad de aprender desde cero, de entender el “para qué” de cada herramienta, y de que mi trabajo fuera evaluado por profesionales con experiencia. Quizás no usó exactamente esas palabras, pero eso fue lo que yo entendí. Y fue suficiente.


Tomé la clase. Y no fue tiempo perdido. Fue en ese salón donde aprendí a diseñar libros, lo que luego me llevó a trabajar proyectos editoriales con Especialidades Juveniles, y eventualmente a fundar 180 Magazine junto a Josué Mercado. Todo eso nació de una decisión: no conformarme con ser “casi bueno”.


En algún momento de la vida, uno se cansa de depender del talento. Descubrí que me estaba escondiendo detrás de lo que me salía fácil, evitando lo que se me hacía difícil, lo que me confrontaba. Prefería brillar en lo que ya dominaba, en vez de invertir tiempo en mis áreas débiles. Pero el verdadero crecimiento no ocurre donde ya somos fuertes, sino donde todavía no somos nada.


Le compartí esta reflexión a mi amigo con una imagen que me marcó de niño. Mi mamá era costurera. Íbamos al telar y veíamos rollos hermosos de tela. Ella podía imaginar en cada uno de ellos un traje, una camisa, una creación. Pero esa tela, por más bella que fuera, no se iba a convertir en nada si alguien no la cortaba, la cosía y le daba forma. El potencial sin proceso, es solo eso: una promesa sin cumplir.


Así que esta es mi exhortación: no te conformes con ser un rollo de tela. No te acomodes en lo que ya haces bien. Enfrenta las áreas que no dominas. Comete errores. Aprende desde abajo si es necesario. Permite que los procesos difíciles te moldeen, que te den forma. Es en esas zonas incómodas donde empieza a cortarse la tela de tu propósito.


Porque el verdadero traje —ese que viste tu llamado, que sirve a los demás, que glorifica a Dios— solo se forma cuando enfrentamos nuestros temores, salimos de lo natural, y entramos al terreno del esfuerzo, del estudio, del sacrificio. Como dice el libro que alguna vez escuché: The obstacle is the way. Lo que te reta es lo que te forma.


No dejes tu vida en el modo de “gran potencial”. No vivas solo de lo que te fluye. Haz lo necesario para que tu potencial se convierta en propósito tangible. Así vivirás con plenitud, sin límites, y para la gloria de Cristo. No solo para tu beneficio, sino para bendición de tu familia, tus amigos y —quién sabe— hasta de toda una comunidad. 


Eli S. Santa

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